lunes, 13 de septiembre de 2010

Tika: Noche psicótica. Febrero de 2009, Buenos Aires, Argentina

Iba por la vida como si todo viniera por aditamento. Lo que se encontraba respondía a sus esfuerzos primarios, sin siquiera notar que todo hacía parte de una misma cosa, de un sólo núcleo, de un sólo elemento.

Sólo allí, lejos de todo lo que concebía como lógico, entendería la razón de sus actos.


Estaba lejos de todo aquello. Sin reconocer los hábitos antiguos de su rutinaria superficie. Entró en aquella otra, enteramente ajena, llena de velocidad y energía complementada por el amor de quienes la rodeaban sin conocerse y, sin reconocer en los otros, individuos íntegros con completa composición de su ser, llenos de alegría, vitalidad, individualidad y rencor por todo lo que no hizo y otro sí.

Sin la eventual ingenuidad de concebir al otro como algo más que su presencia y sus casualidades.


Allí había algo que complementa la existencia… no sólo la suya sino de sus amigos y familiares.

Algo de pudor, pero de energía vital, que finalmente fue el reconocimiento de sus propias decisiones. Las razones por las que los demás existían, hacía parte de su propia existencia.

Cómo todas esas vidas unidas por un mismo destino noctámbulo o sólo una misma decisión de vida, lograban congregar una razón de ser y de hacer, y así, logró convertirse en la razón de sus días. Ya no hacía parte de una rutina, ya no aplazaba reuniones postergando las prioridades. Las prioridades cambiaron, llegaron por sí solas contestando sus preguntas.

Ese día, aquellos que parecían ser otros títeres, hicieron que su vida tuviera sentido. No seran títeres, por más que todos se prendieran de lo que más les gustara ser… allí afuera había más: lo pudo ver con toda claridad.

Era la magia de la vida concentrada en el alcohol y el cannabis aflorando todo lo que hace parte de las almas y no se intercambia por protocolos.

Allí estaba la gente con miedos, orgullos y alegrías, intentando hacer lo mismo que ella: vencer el tiempo y sentirse orgullosa de su obra. Nada más… Sólo eso… averiguar qué había más allá. A través de la gente común, de otros lugares mágicos e imaginarios que se convertían día a día en realidad, había encontrado la razón para salir de la celda, razones para seguirse liberando y seguir contribuyendo a la coexistencia.

Todo estaba lleno de satisfacción, de conocimiento de causa, de alternativas para la elección. Todos hacían parte del mismo juego y cada uno le hablaba en un idioma diferente. Desde este momento ella tendría que decodificarlo y traducirlo en su propia obra.

Era el tiempo para soñar, para luchar por sus metas y sus anhelos. Aprender de lo básico para darse cuenta que la felicidad se encuentra en el alma, en quienes la rodean a diario, de quienes aportan de alguna manera a su pedazo de experiencia y la impulsan con su propio orgullo.

Todo hacía parte de su misma obra y después de este día lo veía con más claridad.

Sólo importaba su felicidad… se entera día a día…

lunes, 7 de junio de 2010

Systema Solar: ‘Berbenáutica’ para los sentidos














Un pikó en la costa caribe colombiana es básicamente un sistema de sonido bien dotado con varios parlantes que provean alcance y decibeles suficientes para que los asistentes disfruten de la música que se crea allí mismo. A esta congregación se le llama verbena y lo que allí sucede es una producción de mezclas y ritmos folclóricos en improvisaciones hasta el amanecer.

Esta es la razón de la construcción musical en Systema Solar, en donde siete miembros de distintas latitudes del país fusionan contextos musicales propios y, junto con una mezcla de imágenes documentadas a lo largo y ancho de Colombia, en cada escenario producen lo que ellos llaman ‘Berbenáutika’: “Es la posibilidad de encontrarnos con nuestra existencia a través de la música y la danza, es un homenaje y reivindicación con la fiesta popular colombiana”, afirma Índigo, a cargo de las voces y autor de algunas letras.

Ritmos como cumbia, vallenato, porro y champeta se mezclan con otros electrónicos como el hip-hop, breakbeat y el pop. Samplers de la autoría de Pedro Ramaya Beltrán son recogidos de las calles o ríos colombianos, canciones famosas en décadas pasadas se funden con imágenes en video y letras que hablan de realidades nacionales o mensajes de conexión con nuestras raíces.

Systema Solar se consolidó durante el desarrollo del documental ‘Frekuencia Kolombiana’ rodado en 2006, que explora las producciones del hip-hop colombiano en relación con ritmos folclóricos y populares. A partir de allí decidieron unir sus fuerzas, razas y expresiones sonoras para componer como colectivo. Cada uno aporta al grupo lo que sabe hacer y allí comienza su ‘Berbenáutika’.

John Primera, tan caraqueño como cartagenero, es nacionalmente conocido por sus improvisaciones en vivo; Índigo, nacido en Turbaco, Bolívar, crea una increíble atmósfera a partir de las voces y bailes sobre el escenario. Juan Carlos Pellegrino, productor y arquitecto sonoro ha trabajado con reconocidas bandas como Daft Punk y Bananarama; Dani Boom, es uno de los precursores de mezclas electrónicas en vivo en Colombia y quien invita al tecno a hacer parte del grupo; DJ Corpas, es el cartagenero que aporta los scratches propios del hiphop; Pata de Perro, la cuota femenina, una belga documentalista que a partir de la recopilación de imágenes colombianas crea contextos para las letras y los conciertos; y Andrés Gutiérrez, el nuevo integrante de la banda, se encarga de la percusión haciendo homenaje a los ritmos africanos ya nacionalizados.

Desde el primer concierto durante el cierre de la Bienal de Arte de Medellín 2007 comenzaron a imprimir la buena energía al público, en donde fueron teloneros de Sidestepper ante más de 4000 personas. La conexión fue inmediata y así siguieron tocando por las ciudades y pueblos del país.

A finales de 2008 salió a la luz su primer trabajo grabado en Taganga, Magdalena y masterizado en Nueva York. Fueron impresas mil copias con sonido impecable y letras que hablan de la tierra, de las fiestas, de cables inmanejables y mucha conciencia social colombiana llamando a quedarnos en sus fauces. Algunos temas ya han recorrido las esferas televisivas en El cartel de los Sapos con ‘¿Quién es el Patrón?’ y en cine en El Arriero, de Guillermo Calle con ‘Ya verás’.

Fue así como a finales de marzo fueron invitados para hacer parte, junto con Bomba Estéreo, Superlitio y Chocquibtown, entre otras bandas colombianas, al South by Southwest 2010 en Austin, Texas y el pasado 17 de abril cerraron una de las principales fiestas electrónicas de Europa: Electro Choc Festival, en Francia.

De allí siguen a Berlín a hacer el lanzamiento oficial del documental y comienza un gira por las principales ciudades de Europa en donde tendrán presentaciones en los más grandes festivales de Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Alemania, entre otros.

Actualmente están en preparación para lo que les espera; un período de promociones y presentaciones internacionales, “Queremos mostrare al mundo lo que estamos haciendo. Iremos a lugares a donde la música electrónica se desarrolla para a aprender y aportar nuestros sonidos”, afirma con gran expectativa la banda.

martes, 23 de marzo de 2010

Manawar: Felipe

Manawar es un pájaro, uno de mar.

Yo no sé de donde sacó su nombre, cruel o valiente, según de dónde se mire. Es una palabra en Creole, y su traducción en mi investigación obsesiva por el animal, resultó siendo “man at war”, hombre en la guerra.

Hay que conocerlo sólo por el dinamismo de su ser. Negro, impecable, lustroso, tan afilado que corta el aire a su alrededor.

Los mismos fantasmas creadores se debieron haber herido en su manufactura.

El día de mi primer encuentro con ella, yo estaba sentado en una playa cualquiera, de esas blancas que serpentean el caribe.

La sal melancólica, más que a la piel, se me pega a los huesos, pero la sensación de cristalización húmeda en estos lugares siempre es una sabrosa experiencia.

Corta el aire sutil y sigiloso. Flota. Es tan potente que con un mínimo batir de las alas resbala haciendo ondas, sólo sensibles a estados alterados de consciencia.

El sigilo de su despegue hace que el animal se me pegue a las retinas. Al develar el significado de su nombre, su encanto se torna indescriptible.

Manawar describe la posición de un soldado en su trinchera, armado, atento. Y hablemos de soldados de antaño, llenos de valor y morales, el soldado ideal invulnerable e impermeable, de casco redondo que marcha atardeceres en playas sanguíneas.

El de mostrar, el que no tiene una tendencia violenta pues nunca se le ve matar, un ídolo más que una máquina mortecina, el de un ideal que no toque las fibras sensibles de las tendencias políticas o pacifistas del lector.

Manawar flota sobre el agua por su pez, por su lucha diaria y por el amor que le espera en casa. Famélica de su sexo y de su alimento, como desde siempre, en el principio de los tiempos.

Me veo en la inmensidad de la arena. Alrededor, telas coloridas se exponen al sol, sosteniendo cuerpos variados, brillantes, dulzones, olorosos a coco y mezclas cítricas.
De no ser por el movimiento rítmico de la respiración casi desnuda, pensaría que son grandes pasteles decorativos del verano tostándose al sol.

Hay mujeres sobrias con tetas monumentales que prometen el fin de la hambruna mundial, otras con unas piernas poderosas que estrangulan el aire con el rítmico caminar. Los hombres más estáticos, vigilan en sus puestos de guardia. Algunos bordados con hilos finísimos de muchos colores que prometen la verdad absoluta de un bestial comportamiento; otros más refinados y moldeados, con diferentes pares de piernas no tan potentes, todos dispuestos a ser alimentados y estrangulados hasta el cansancio.

Todos, pájaros y humanos en una guerra de causas, similares en forma y danza.

Tanto ritmo caribeño me hace pensar. Pensar en el vuelo solitario que he llevado hasta el momento.

Un vuelo escogido en las excusas del trabajo, del crecimiento, del dinero, del poder. Un vuelo escuálido que en un principio parecía proyectarse lejano y recto, como un láser.

Y ahora parece más bien una madeja enmarañada con un recorrido curvo.

En el puesto de vigilia de la altitud alcanzada, en el punto medio de lo que he vivido y queda por vivir, evalúo la pertinencia de las decisiones tomadas.

Siento que la soledad elegidaq, más que una decisión certera, es un valor cobarde en la lista. El miedo guía algunas de las decisiones tomadas, muchas, en el caso de los soldados de campaña lejana.

Soy un manawar que ha hecho más de lo que se le ordena. Todo a su tiempo y en su debido lugar, un orden estricto, escalón por escalón, una fiebre rotunda por llegar, caminar, seguir borregueando borregos en mi condición de cordero. Soy leal y firme; no blando, aun no se decir no... Pero sigo intentando.

Al oírme, me siento más un llavero multifunción que un manawar, pero me gusta la sensación de libertad que me da la idea. Me gusta pensar que vuelo lejos, que vuelvo con el plumaje cansado a quitarme las costras y los parásitos del largo viaje, que alguien me espera y le puedo decir que ya estoy jadeante de tanto mundo.

Sin embargo estoy aquí, sentado en la mitad de mi tiempo, mirando atrás y adelante, y todo mi transporte cabe en un maletín de mano.

Sigo lustroso, brillante, pero ajado, casi disecado, como esas señoras emperifolladas que mueren en vestidos de fiesta (ellas ya murieron).

¿Soy lo que queda de esa especie? ¿Soy el último soltero inefable?

Un lobo estepario por profesión.

O un mentiroso adecuado, perfecto si hablamos de experiencia, ya soy maldito y no tengo alma, el viento y la sal me han hecho sólido y seco. El tiempo pasó, y me siento olvidado, asincrónico, atemporal. Jugando a patrones repetitivos sin saberlos repetir.

Rompo superficies y las atravieso fácil sin dejar rastro, sigo sin dolor y sin ser dolido, y vuelo en un efecto curvo y ecoico, pero a diferencia del sonido, vuelo para no volver.

No me esperan humedades, no me esperan corazones, y como no tengo alma, me espera mi estepa, mi solidaridad a los solitarios muertos en combate.

Soy un pájaro extinto en su propia existencia. Un manawar que no tiene un negro impecable; nací verde en la naturaleza, con una marca destinataria a ser rápidamente reemplazado por modelos económicos.

¿Dónde está entonces la selección natural que lleva a rotar el mundo en su eje inclinado?

Estoy oxidado, disecado y miedoso, un estandarte a solterones de la memoria popular.
De pronto lo que quiero es ser un manawar que busca otros tipos de guerra, guerras de carne y de sal, de esa que se pega más a la piel que al alma, de guerras intelectuales enormes con alguien que pinte el horizonte un poco más lejos que hasta donde alcanza la mirada.

No busco luchas solitarias que duren el momento de una noche extática, o necesaria, sexo inútil desperdiciado para amanecer pegajoso, más que en el mar.

Una estoica guerra de redención.

Y al final caminar en mis dos pies.

Ser un manawar, un Man at war.

martes, 9 de marzo de 2010

Capítulo III: sobre la libertad de crear… TiKa

Yo para los nombres soy muy mala. Malísima. Y no me acuerdo si fue Bourdieu o algún otro culturalista europeo que decía que para acceder a la cultura, lo que antes llamaban cultura, o sea las artes y esas cosas, era menester de las clases altas, ya que de ahí para abajo, la gente estaba ocupada pensando en cómo satisfacer sus necesidades básicas.


Hoy las cosas han cambiado debido a la masificación de los medios, podría decirse que el acceso a la información y… digamos que a que las clases medias han crecido. Hoy, sobretodo los jóvenes, tenemos más posibilidades de acceder a mucho de lo que pasa en cualquier parte del mundo, de aprender lo que queramos y, además, de participar directamente a través de estas esferas que no terminan de sorprenderme.


El tema en realidad, no se trata de cómo la tecnología nos ha llevado a un conocimiento mayor de la humanidad en cualquier tiempo. Se trata, más bien, de cómo el acceso a ella nos permite un desarrollo que abre las puertas a otras dimensiones, que hace unos 5 o 10 años no existían. Ahora, ¿qué es lo que se debe ya tener para poder estar frente a un computador y así la valentía o la ligereza de escribir estas palabras? Se tuvo que haber pasado por el colegio, probablemente con alguna monja, cura o capilla a la que se visitaba al menos una vez al mes, se tuvo que aprender a expresar algunos sentimientos que probablemente surgieron de una feliz infancia o alguna frustrada adolescencia, entender que el contenido (de lo que exista) vale la pena exponerlo, de tener la capacidad adquisitiva para comprar una máquina que sirva como herramienta para materializar esos sentimientos y pensamientos, o un papá o mamá que lo haga por uno, o en su defecto, un locutorio y una magnífica capacidad de inspiración a pesar de los gritos de la señora que está al teléfono o el viejo que chasquea los dientes mientras termina de bajar la foto de la mona en bola en su cubículo.


Yo no sé cuánto tiempo estuve pensando en qué iba a decir cuando abriera un blog. No sé cuántas ideas se me ocurrieron antes de sentarme a escribir realmente. Era pánico escénico… que todavía late por ahí, que es la razón de por qué no muchos leerán estas frases. También se trataba de una búsqueda. Fueron casi dos años buscándome, buscando satisfacer mis propias necesidades, sin superar cierta parte de mi adolescencia que me recordaba lo increíblemente difícil que era mi propia supervivencia. Era un buen tema, pensaba, pero no era capaz de hacerlo. Me había convertido en una obrera de tiempo completo a pesar de cursar una maestría. A mí me parecía paradójico. Sé que la modalidad estudiante-trabajador ha estado de moda en Europa y otros países desarrollados, en donde la gente se las da de la sencilla y culta, pero soy colombiana, tercermundista y miembro de una familia de clase media-alta, como todas ellas, arribistas y negadoras de realidades indeseables, como tener miembros obreros-asalariados que pagan por los gastos de sus hijos estirando la plata y recortando consumos para pagar los servicios mensuales. A pesar de haberme dado el lujo de hacer una maestría en sociología de la cultura en Argentina, me encontraba en una realidad indeseable: se trataba de asumir esta incómoda situación de extranjera, de bicho raro, que, claro, no pertenecía, que hablaba diferente y exageraba con sus formalidades. Se trataba de hacer parte de un país que niega cualquier posibilidad de indigenismo o trabajos básicos, para lo cual, ingresan (no integran) sus vecinos que sí se le midan a cargar ladrillos y esos menesteres pertenecientes a la clase trabajadora en donde no se imaginan así mismos los porteños.


Además de sentirme una mediocre, perdedora y rechazada (ojo: parte de la crisis), me encontraba en una situación en la que ni siquiera podía expresarme. Quería hacerlo y así me interesé por esa gente que llega y funda una vida un día cualquiera en una tierra de nadie, tierra de todos los que fueron, lejos de aquí y reprodujeron caucásicos de 1.90 metros de altura en promedio y que hoy, sienten la dignidad (yo diría arrogancia) con la que ha sobrevivido Europa desde que empezó a conocer (y apropiarse de) el mundo.


Quise hacer cosas, en serio! Quise hacerle saber al mundo acerca de esa realidad que si bien no se trata de un irrespeto al derecho internacional humanitario, se trata de un proceso, característico de estas épocas y estas edades, en estas tierras y clases. Era sociología… de la cultura, de colombianos de clase media que llegan a estudiar a Argentina (ya casi no se habla de las clases medias), que asumimos el reto de migrar y asomamos la cabeza en donde no nos han llamado, jurando que les estamos haciendo un favor, invirtiendo en la educación que en Colombia no pagamos (porque, creo, ya no creemos en ella). Pero no lo hice. No lo he hecho, mejor, y espero tener la valentía, esta vez, de hacerlo y contar historias de gente que asume educarse en un país realmente diferente en muchos niveles.


Después de volver a mis fauces, a compartir cenas con mi familia y la cómoda cama que me espera, comencé a entender mi verdadero impedimento. Para eso me sirvió Bourdieu o el que haya dicho aquello; para comprender que la comida, el techo, el afecto y esas otras necesidades que muchas veces damos por sentadas, deben satisfacerse a cabalidad, para después sí pensar en lo que le pasa al mundo y en esas formas de expresión que llaman artes, dedicarse a ellas y algunas horas en lograr que salgan bien. Invertir el tiempo en el individualismo, heredado también de Europa, y después dedicarnos al análisis de este caos que sucede en Latinoamérica. Después de superar la barrera del subdesarrollo que tanto nos creemos la mayoría, buscar la manera de contar estas historias que también nos pertenecen y que probablemente a nadie más que a algunos amigos interese…

martes, 2 de marzo de 2010

Capitulo dos: Tika

De pronto todo empezó a cambiar. Las personas que pensé que me amaban, en muy poco tiempo comenzaron a decepcionarme de alguna u otra manera. Volvió la sensación antigua, bogotana, de vivir entre la superficialidad. Sentir que hay razones para hacer lo que hago, para tener a mi lado a las personas que me rodean y algo parecido a un perfil profesional, pero por alguna razón, probablemente inconciente, termino rodeada de personas que no se interesan realmente por lo que hago por mí o por ellas. Se trata de una hipótesis estudiada y comprobada por lo que no muchos permanecen en mi lista de teléfonos por mucho tiempo. Llega el día de celebrar que mi tiempo pasa y no puedo evitar sentir más soledad que de costumbre. Sentir que no lo he invertido verdaderamente ya que ninguno responde a mi tiempo presente… o tal vez sí, el de la celebración, el de la cena y el baile. Es como la viuda que entierra su cónyuge con gran dolor y a su pesar, además de perder a su compañero, debe recibir a sus antiguos conocidos, los empleados, los hijos naturales detrás de la herencia y a un cura hablando sobre la muerte, lo que por obvias razones desconoce. La viuda olvidó su dolor, estaba muy ocupada recibiendo atenciones y pésames, pero al día siguiente se levanta sola. Entiende que debe asumir aquellas responsabilidades propias de la muerte de un ser cercano como devolver atenciones, pagar los gastos funerarios y el seguro del tipo con el que el marido se accidentó, que espera que le devuelvan la inversión del carro que acababa de comprar y que dieron por pérdida total. Se trata del vacío de la ausencia. Síndrome del nido vacío, dicen algunos sicológicos. Puede ser… en este caso es muy sencillo, pero yo no llego a descifrar qué determina el nido vacío de mi inconciencia.

Hace poco me vi obligada a hacer un recuento de quienes han participado de mi vida, digamos, erótica, en los últimos dos o tres meses. No develaré el resultado ya que caería en vicios poco adecuados para este fin, pero a raíz del historial, pude determinar que he buscado en caminos equivocados, de nuevo, a través de hombres que pasan por mi vida junto con una botella de alcohol o quién sabe qué otras cosas entre nuestras cabezas. Pude darme cuenta que he estado buscando algo, algo allí que claramente no es tan básico como el sexo, pero obvio, no he encontrado nada porque no ha habido mucho mas que eso. No vamos a subestimar aquí el sexo. Es completamente necesario para el ser humano, para su desarrollo afirmación existencial. Se trata más bien de entrar en el juego otros (en mi caso, hombres), que lo asumen como tal y una forma de liberar su energía comprimida que, de no ser por el sexo, andaría dándose en las paredes o a alguna otra persona que se le cruce en el camino. Gente insatisfecha produce amargura, represión y, en su defecto, violencia injustificada. Yo, aunque soy mujer, no quiero ni medianamente acercarme a ello, por lo que el sexo hace parte de mi rutina hormonal, como sucede también en los animales. El tema es que no soy un animal. Soy una mujer, pa’ ser más complejos y darle más vueltas a este ensayo que no lleva a nada y no hará nada más que existir…

Busco algo que sienta que vale la pena en mí y pocas veces, pocas personas, por más frívolo que esto suene, hicieron que llegara otra luz a mi vida, que me iluminaran con sus experiencias, alegrías o tristezas y lograran hacerme ver algo que sólo yo podía ver por mí misma pero que sin ellos no hubiera llegado allí. Hay muy pocas que siguen en mi camino enseñándome. Algunos decidieron no entregar más, algunos simplemente se fueron y otros no tienen nada qué decir ya.

Esta es la crisis. La crisis de los 30. En el momento que comienzo a preguntarme si lo que viví realmente tuvo sentido, si le dí mucha importancia o si he hecho los suficiente por mis sueños. También me pregunto si las noches y días de diversión, viajes, sustancias, bailes y descansos han sido suficientes para morirme con la tranquilidad de saber que disfruté la vida. Me pregunto por lo que tengo hoy y lo quiero tener mañana. Me pregunto si se trata del sueño ideal de tener dinero, familia y comodidades como para que cuando tenga la edad suficiente para decidir (ojo) que no quiero trabajar más lo haga sin remordimientos. O si soy capaz de renunciar a ese ideal y luchar por una felicidad que sólo hable de mí, de cómo soy capaz de gozar la existencia sin hacer parte de un sueño común. ¿Dónde está, pues, esa alma que es la que siente que esa felicidad sólo la puedo encontrar allí? ¿Dónde se aloja lo que me produce el amor y el desamor que siento por mis compañeros de existencia y las ganas de comer chocolate cada dos o tres días sin importar los kilos que impliquen de más?

lunes, 1 de marzo de 2010

Understatement: felipe

No se si será la edad de lo maldito.

Todo parece sumido en una bruma de incertidumbre, y los ojos no acostumbrados a la adultez del cuadro, le restan la importancia debida a los eventos.

La cabeza empieza a funcionar como un motor diferente. Diferentes ruidos, diferentes intereses, diferentes cuadros.

Las neuronas se reposan encontrando un clima cálido de recuerdos y de experiencias venideras en un cómodo micro ecosistema semiselvático de una adolescencia tardía dejada, y la estepa redonda frugal de la adultez. Los árboles y su exquisita delicia, y la tentación de subirse a ellos se esfuman en la ventana y pasa uno a querer recostarse disfrutando un trago a las orillas de quién sabe qué hueco que tenga orillas, por favor.

El trago, fascinante cambio que ilustra mi punto. Inicialmente las bebidas alcohólicas son medidas por el porcentaje barbárico que ha de noquear todos los pensamientos hormonales que horadan la corteza prefrontal, un poco mas grandes… adultos digamos, nos sumimos en la baratez de los vinos no procesados, con un aire dulzón, como dulzones los espíritus y dulzona poesía, y dulzones amores platónicos que se desdoblan dulcemente en un baño de ternura.

Ahora, ahora busco un trago sólido, consistente, aromático, algo que traiga un poco de ayer y un poco de hoy, algo que me recuerde que se necesitan años para poder tomarlo, y años para poder producirlo. Hoy soy ginebra, sin tónica, con hielo.

Sexy.

Brumoso, como lo veo todo, me llena de incertidumbres, pero pausadas, atontadas por el efecto etílico, entran más suave, y son más fáciles de digerir. Las dudas ahora son como un poussecaffe, dulzonas, como el primer amor.

No se si esa incertidumbre. Esa costumbre adquirida y contemplativa es la que hace que el mundo dé más vueltas, más rápido, sin tiempo para pensar, unos se casan, unos se mueren, otros ya tienen hijos y son proles ruidosas que se encuentra uno en el centro comercial. Y yo, sentado acá envejeciendo, me siento detenido conservado en alcohol.

Voy a arrancarme la cana que sale en el mechón de pelo cercano a la frente, a ver si salen más. Algún significado debe tener llegar a algún lugar que todavía no sé, alguna importancia debe tener.

Ojala me salgan más…

martes, 23 de febrero de 2010

Capitulo uno: Tika

Capítulo I: Por ahora vamos con una catarsis acerca de una vida mal llevada, poco controlada y sin razón para comprender o dilucidar dirección alguna.

No sé exactamente en qué momento comenzó todo esto. Fue en algún momento de miseria en mis días porteños, seguro. Algo me hacía sentir que me encontraba sin un suelo firme en donde caminar o correr si me daba la gana, cosa que siempre quise con gran ímpetu. Ya no sabía hacia dónde correr o para qué… y entonces, esa pregunta comencé a planteármela en el momento en que el destino se convirtió en un problema y el futuro en el cual se encontraba aquel destino se hizo presente. Había llegado a mí sin saber qué hacer, el tiempo se había convertido en mi enemigo, ya no quería mirar mi reloj, no quería levantarme, odiaba la hora del muerto más que nunca, odiaba terminar las citas... y así llegaron los 30. La edad en la que se producen todas las preguntas acerca del tiempo, acerca de cómo han pasado esos años, esas preguntas acerca de si realmente soy grande o si no he crecido aun y no estoy preparada para la supervivencia, la independencia y la capacidad de disfrutar la vida sin llorar por lo difícil que es.

Algunas preguntas me las respondí otras no. Después llegaron otras preguntas, otras personas, poco trabajo y muchas respuestas. De pronto sentí que la vida pasaba sólo en Colombia ya que había nacido mi sobrina, nueva integrante, mayor prueba de la evolución, del crecimiento y la labor. Compré un tiquete a Colombia para viajar 8 meses después y reconocer lo que había dejado. Esos meses pasaron casi sin darme cuenta. En esos meses talvez no procuré acercarme en lo más mínimo a mi destino; sólo a Colombia y en realidad no sabía qué haría o si volvería a Buenos Aires. Para mí había acabado casi todo lo que había ido a hacer.

Una vez aquí, efectivamente, sentí que había vuelto a mi hogar, sentí que me encontraba en el lugar que tanto extrañaba, que había vuelto a sentirme amada y que eso, potencialmente podía lograr encontrar de nuevo mi destino. Durante unas semanas sentí que el tiempo estaba correctamente administrado para mí, que estaba aprovechando la vida y la presencia de quienes amo.

Llegaron los 31 y con ellos la dura realidad de un comienzo en mi historia financiera que no puedo sostener, de decisiones trascendentales acerca de caminos para tomar. Si, esas cosas que hacen los adultos, acerca de tomar decisiones y salir invictos con ellas. Volver a la vida que tanto me incomodaba y seguir con un proyecto que emprendí dos años antes o cambiar mi camino y buscar enderezar mi huérfana y triste economía. Claro, la segunda opción fue la más madura además de creer que si me encontraba con las personas que amaba, sería más fácil encontrar un camino que me ayudara a llegar a mi destino, aun desconocido.